viernes, 29 de junio de 2012

Algo que decirle a Thamar


Respiraste para mí, y aún hoy le quitas el sucio al aire para que yo siga respirando limpio… Dibujaste para mí los caminos más brillantes, elevados, lisos y floreados que pudiste trazar…
Me enseñaste el olor a trementina, la textura de un lienzo…
Me presentaste los colores, el carboncillo y los pasteles.
Me llevaste de la mano a los museos, a la danza de mi infancia…
 Colocaste los matices de las notas  en mi boca y creíste en mí cuando las hice sonar y cuando dejé de hacerlo.
 Llenas de fe absoluta mi futuro y sueñas y soñarás por escucharme reír y sólo eso…
 Me buscaste, me hallaste y te estampaste en mí para llevar enarbolada y orgullosa siempre tu barbilla, que con dicotomía, me recuerda que soy de tu madera… de la madera del Pino más noble.
 Tú que no haces más que quererme y sólo eso, eres la dueña de todos los caminos de orquídeas que pueda sembrar, regar y cuidar.
 Eres la creadora más prolija que podré conocer en esta y todas las vidas…
 Una que se erige sobre sueños alcanzados, sueños luchados con estoicismo, temple y rectitud.
 Yo, que intento dar concepto a mi amor por ti con éstos, los únicos símbolos que he aprendido para hacerlo, siento que sólo podré amarte sin márgenes, sin barreras, sin horizonte, siempre…
 E inevitablemente, terminaré de escribir inconforme, pues ni esta línea ni las anteriores se parecen a lo que mereces leer.
 Te escogí hoy y te volveré a escoger en nuestra próxima oportunidad, para mirar arriba a mi derecha, asirme a tu mano caliente perfumada de ajo y albahaca, y dejarme llevar por los caminos que me quieras volver a llevar…

Valentín Malaver: Escultura con calidad intelectual

Para Tu Revista Sigo, edición Octubre 2011. Fotos cortesía de Tucán
"Retoño". Serie Medio Ambiente

El Guayamurí y el Matasiete parieron, hace 43 años, a un valioso margariteño. El pueblo de Guarame, su cuna, le impregnó de motivos el alma. Desde su taller callado, íntimo, cargando sobre sí el más nutrido astillero de sueños, hizo del más puro y original elemento, la piedra, poesía.


Valentín Malaver es el nombre que identifica a una humanidad tranquila, humilde y discreta, pero también osada, inquieta e inquisitiva. Egresado de la Escuela de Artes Pláticas “Pedro Ángel González” de La Asunción, formado en el taller del reconocido escultor Pedro Barreto, orientado por la artista plástica Gladys Meneses y con estudios en Paris, Francia, dedicó su prolífica vida a hacer de la piedra, arte, pero además, se atrevió a creer en su creación y la de sus colegas, a perseverar para cruzar el mar y mostrarla, en un país donde los que se dedican a este elevado, pero exigente oficio, son pocos.

Armado de esmeriles, taladros, discos de corte diamantado, martillos, este escultor dio vida a rocas como la serpentina, el mármol y el granito, siendo este último el material que a pesar de su exigente dureza, más le gustaba tallar.

El catálogo de su obra, tal como lo asegura Adolfo Golindano, pintor y amigo, “fue una evolución; no tuvo rupturas”. Detenerse a observarla es maravillarse descubriendo cómo, de un elemento tan rígido, surgen líneas nobles, conscientes, elegantes, e incluso, eróticas…. ¿Su más grande inspiración? La naturaleza.

“Comenzó haciendo una escultura donde estaba involucrada la forma del cangrejo, de los peces. Fue evolucionando, y empezó a trabajar los pájaros. Hizo cadenas, engranajes. Ahora estaba impactado con el bosque, la destrucción de la naturaleza”, comenta Oswaldo Gutiérrez “Docha”, su maestro, compañero de oficio y cercano amigo.

En este sentido, y en referencia a su última serie “Medio Ambiente” de su tendencia arte ecológico, Valentín escribió: “Mi obra siempre se ha caracterizado por ser una interpretación de la naturaleza, de mi entorno, de mi realidad. Discurso que continúo en mis esculturas más recientes. En ellas podemos observar piedras vivas germinando, rocas capaces de retoñar y crecer como árboles que se niegan a morir en un gesto que simboliza la esperanza de la vida futura en la madre tierra, actualmente amenazada por el persistente deterioro de su medio ambiente”.

La reconocida grabadista y vitralista Gladys Meneses admira de Valentín su incesante deseo de investigar y experimentar y atribuye a su inquebrantable perseverancia el que, a pesar de su juventud, haya visto su trabajo exaltado: “En el arte, la sinceridad -junto con el trabajo y la constancia- es la que hace el camino. No hay toques de magia, ni inspiraciones, ni iluminaciones…hay una constancia, disciplina, profundidad, y así fue Valentín”.

A lo largo de su carrera, Malaver participó en al menos 16 muestras, entre individuales y colectivas, dentro y fuera del país. Además fue reconocido con ocho premiaciones, entre las que destacan la Orden José Antonio Anzoátegui en su 1º clase (2008), un viaje a París otorgado por la embajada de Francia en la 8º Bienal Nacional de Escultura Francisco Narváez (2005), el premio Universidad de Carabobo 29º salón Nacional de Arte Aragua (2004), entre otras.

Más que un escultor, un promotor de la cultura 

“Hay una orden que él dejó: continuar su taller, hacer de su casa un museo", sentenció el también escultor Oswaldo Gutiérrez. Y es que cuando Valentín comenzó a hacer su casa (que para Meneses es otra de sus “obras modeladas”), no pensó solo en levantar las paredes -que frente al Guayamurí- le acobijarían a él y a su esposa, sino en crear un espacio donde todas las manifestaciones artísticas tuvieran cabida para ser expuestas, vividas y compartidas.

“Él veía que aquí (en Guarame) no se hacía nada. Que los niños no tenían cómo disfrutar del arte. Quería brindar clases de cuatro, traer a sus amigos teatreros. Quería integrarlos en la cultura”, afirma su esposa y compañera, Ofelia García de Malaver. 

Sin embargo, aunque el proyecto formal del museo se concretaría más adelante, de modo informal su morada se convirtió en un lugar donde se fusionaban, continuamente, todas las expresiones artísticas y humanas: “Valentín nos unía a todos. Esta, su casa, era donde se concentraba todas las artes plásticas, toda la literatura, la música, que venía a Margarita. Todo pasaba por aquí. Conocimos a músicos, escultores… nacionales e internacionales. Él decía que las artes tenían que estar todas unidas, y de alguna manera, eso se dedicó a hacer”.

Los verbos que se utilizan en los últimos párrafos de este trabajo  están escritos en pasado porque la partida física de este gran artista se adelantó, inesperadamente, el 27 de septiembre de 2011 dejando un vacío irremplazable, inexplicable, que sólo se alivia al ver erigidas e imponentes sus aves y retoños.